Cuando tenía cinco años, me sentía diferente de los otros miembros de mi familia. Comencé a sentirme confundida: ¿quién era yo realmente? Mi cuerpo era el de un varón, pero mi alma era de una niña.
Me llamo Echi, pero mi verdadero nombre es Sukoco Anggi Saputra. Nací hace 50 años en la Regencia de Lahat, en el sur de Sumatra, Indonesia. Fui la más joven de ocho hermanos. Mi madre murió mientras me daba a luz. Mi padre delegó mi cuidado a mi hermano mayor, quien ya estaba casado y tenía hijos, yo me sentía cercana a una de sus hijas ya que teníamos casi la misma edad. Me gustaba jugar con sus muñecas.
Cuando estaba en la escuela secundaria, intenté buscar un camino para ser yo misma. Cambié mi uniforme de manera que pareciese el de una niña, cosí accesorios a las mangas y estreché los pantalones cortos. Mis amigos del colegio me preguntaron por qué parecía una niña.
Con frecuencia me acosaban y me llamaban “bencong”, que en el argot indonesio significa afeminado o travestí. Mi amigo más cercano, sentado a mi lado, siempre me defendió.
Si bien mis profesores eran amables, me instaban a ser macho y viril. Lo intenté, pero no podía fingir. Decidí ignorar todas las intimidaciones y demostrarles quién era yo en realidad. Poco a poco, con el transcurso del tiempo, entendieron y me aceptaron.
Mi familia también me advirtió que no actuara como una niña. Seguían dándome juguetes de niño, pero a mí me gustaba jugar a la peluquería. Mi sueño era tener mi propio salón de belleza. Me gustaba trenzar el cabello de mis amigos y jugar con el maquillaje.
Cuando terminé la escuela secundaria, quería demostrar a mi familia que podía mantenerme a mí misma. Trabajé en un salón de belleza y un día regresé a casa vestida de mujer. Mi familia no me rechazo. Me aceptaron y me dijeron: “Desde pequeña, has sido siempre una mujer”.
No era la única persona transgénero en el vecindario. Nuestra vecina también lo era y conocíamos otras personas cercanas transgénero. Mi familia se sentía agradecida porque yo no estaba sola.
Cuando tenía 20 años, mi vecina transgénero me preguntó si quería mudarme con ella a Yakarta, la capital. Ella me dijo que podría trabajar en un salón de belleza. Pero no pude encontrar un trabajo. Terminé trabajando en la calle durante 26 años, desde 1989 hasta 2015. Trabajaba cinco o seis horas, desde las 4 p.m. hasta las 10 p.m. o desde la medianoche hasta las 5 a.m. Para llegar a fin de mes, también abrí un pequeño salón de belleza en mi casa alquilada en el oeste de Yakarta.
Poco después, conocí a mi esposo. Él era mi cliente, trabajaba de vigilante, después de diez años de vivir juntos nos casamos en mi ciudad natal. Nuestras familias nos aceptaron. A lo largo de nuestra relación, decidí seguir trabajando en las calles y mi esposo lo aceptó.
En 2007, me convertí en madre. Mi esposo y yo adoptamos una niña de cuatro años. La niña era la octava hija de la dueña de la casa que yo alquilaba desde el año 2000. Ella fue siempre generosa conmigo, éramos como una familia. Desde que nació la niña en 2003, la sentí cercana, con frecuencia la cuidaba. Cuando, en 2007, la propietaria de la casa murió, su deseo era que adoptara a su hija más pequeña y sentí que todos mis sueños se habían hecho realidad. Su esposo y los otros miembros de la familia respetaron su deseo y yo sentí que todos mis sueños se habían realizado: ser una mujer transexual, una esposa y una madre.
En la calle la vida era difícil, llena de tristeza y sufrimiento. Pero ese era el oficio que yo conocía. Cuando trabajaba, podía aceptar todos los abusos y las intimidaciones, siempre que no me maltrataran físicamente. Pero en 2014, un incidente traumático cambió mi vida. Una noche de regreso a casa después de trabajar, un sinvergüenza me arrastró hacia una casa vacía donde me esperaban otros cuatro hombres. Me agredieron y abusaron de mí, no pude defenderme. No había nada que pudiese hacer, ni siquiera denunciarlos a la policía. Nadie a quien recurrir.
Este incidente me hizo decidir que era el momento de dejar ese trabajo. Me sentía insegura, estaba traumatizada. Mi hijo crecía y no quería que me viese trabajando en la calle. Decidí dedicarme a mi pequeño salón de belleza.
Desde mi llegada a Yakarta, siempre mantuve una estrecha relación con la comunidad transgénero local. Soy miembro activo de la Comunidad Transgénero de Yakarta Occidental donde nos reunimos y practicamos deporte. Pero nunca pensé que me convertiría en una militante.
Cuando la directora de la Comunidad Transgénero de Yakarta Occidental supo que estaba intentando cambiar mi vida, me preguntó si deseaba ser voluntaria en una organización llamada Fundación Srikandi Sejati, donde ella era una funcionaria sobre el terreno. Durante seis meses trabajé como voluntaria, después me promovieron a funcionaria sobre el terreno, que es lo que hago ahora. Establecida en 1998, la Fundación Srikandi Sejati es una organización que se dedica a empoderar a las mujeres transexuales.
Como activista aprendí que las personas transgénero tienen el mismo derecho a ser reconocidas como ciudadanas, al igual que todas las demás. Recordé mi reluctancia cuando hace unos años me explicaron la importancia de obtener un documento nacional de identidad. Sentía vergüenza y temor de ir a una oficina del gobierno a causa del estigma y la discriminación que existe contra las personas transgénero. Pensé que me las arreglaría sin un carné de identidad.
No obstante, sin el carné de identidad, no podía abrir una cuenta bancaria, recibir asistencia social del gobierno o beneficiarme del seguro de empleo y de salud. Finalmente, en el año 2000 recibí mi carné de identidad pero tuve que pagar un precio mucho más alto que los demás.
Estaba decidida a que otras personas transgénero en mi comunidad no tuviesen que vivir la misma experiencia.
Una vez tuve que ayudar a enterrar a dos mujeres transexuales. Supe entonces que sin un carné de identidad, no podían ser sepultadas en el cementerio público. Lo que más me impacto fue que ni siquiera conocía sus verdaderos nombres ni el de sus padres de manera que pudiesen ser grabados en las tumbas. Sólo conocía sus apodos. Fue muy difícil resolver los trámites burocráticos y tuvimos que pagar mucho dinero para el entierro.
Tenía el corazón roto y me dije a mí misma, “Querido Señor, ¿por qué la vida de una personas transexual tiene que ser así?”. Este evento me motivó aún más a garantizar que las personas transgénero tuviesen un carné de identidad y fuesen reconocidas. En 2022, Mi determinación fue recompensada por un programa conjunto de SuraKita (tu voz), una organización que se dedica a luchar por la igualdad y justicia para la comunidad LGBTQ, y la Coalición sobre el sida de Indonesia (IAC) con el apoyo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Participé a una serie de reuniones sobre la manera de ayudar a las personas transgénero a obtener su carné de identidad, enfrentar la burocracia, comprender y seguir procedimientos, y sobre cómo relacionarme con los funcionarios de las oficinas del registro civil del Ministerio de Asuntos Interiores. También aprendí cómo cambiar la mentalidad de las personas transgénero sobre la importancia de tener el carné de identidad.
La mayoría de las personas de la comunidad transgénero piensa que no es necesario tener el carné de identidad. Algunos dicen que han sobrevivido durante años sin. Mientras que otros confiesan que se avergüenzan y se sienten discriminados cuando tratan con los funcionarios públicos, ya que con frecuencia ellos preguntan: “¿Qué eres tú, una mujer o un hombre?
Mi primera tarea fue crear conciencia sobre la importancia del carné de identidad, reunirme con la comunidad transgénero e identificar los desafíos que enfrenta. A través de un grupo WhatsApp, promoví la importancia de obtener ese documento. También fui de casa en casa para visitar a las personas y hablar del tema. Con el mototaxi podía visitar cerca de cinco casas cada día.
El tiempo más largo que demoré para convencer a alguien que cambiara su forma de pensar fue un año. Le recordé una y otra vez la importancia del carné de identidad. ¡Me sentí aliviada cuando finalmente accedió!
Me emocioné cuando vi una mujer transexual de 68 años recibir su primer carné de identidad. Ella fue la mayor, mientras que la menor fue una mujer transexual de 17 años, ellas finalmente podrían tener acceso al seguro de empleo y de salud.
También fui testigo de cómo el carné de identidad ayudó a una mujer transgénero a hacerse la cirugía que necesitaba sin costo alguno. Dos semanas después de recibir su carné de identidad estaba cubierta por el seguro de salud y pudo someterse a la cirugía y al tratamiento posterior.
Con sus carné de identidad, otros pueden ahora afiliarse al seguro de empleo y recibir beneficios como la pensión, o apoyo en caso de accidente o muerte. Además pueden abrir una cuenta bancaria y solicitar un préstamo para comprar una motocicleta o una vivienda.
Además de la falta de un documento de identidad, los problemas que enfrentan las personas transgénero incluyen el cambio de la foto del documento por una con su aspecto actual y el cambio de dirección de su ciudad natal a Yakarta. Si bien tenemos que utilizar nuestro nombre y género original, podemos utilizar una foto con nuestro aspecto actual. Al comprender sus necesidades, he podido orientar a otras mujeres transexuales hacia la unidad o departamento apropiado para solicitar su carné de identidad.
Los nuevos funcionarios de las oficinas del registro civil también pueden causar retrasos. Algunas veces desconocen la carta del Ministerio de Asuntos Interiores que garantiza el acceso de las personas transexuales al carné de identidad. He tenido que discutir con los nuevos funcionarios para explicarles el contenido de la carta. Si soy ignorada o rechazada, ¡simplemente regreso una y otra vez!
Otro problema que enfrentan las mujeres transexuales es que no se presentan el día de la cita porque trabajaron hasta tarde en la noche o porque están concentradas en su trabajo. He pasado noches desvelada pensando en cómo convencerlas.
Me siento orgullosa de haber podido contribuir con este programa que ha prestado asistencia a 255 personas transgénero en cinco ciudades: Yakarta, Java Occidental, Java Central, Yogyakarta y Bali.
Y me siento feliz y agradecida de que las personas transgénero tengan un acceso más fácil al carné de identidad. Cuando veo las caras iluminadas por una sonrisa de las mujeres transexuales recibiendo su carné de identidad, pienso que si tuviese que morir ahora, moriría en paz.