Voices
Perspectivas sobre el mundo del trabajo
Foto: Jean Louis Duzert
Protección social

Los artistas necesitan prestaciones sociales que se adapten a su profesión

Soy bailarín profesional de flamenco desde hace más de veinte años. Para mí, al igual que para todos los artistas, la pandemia ha sido muy dura. Nos separó del público y disminuyó notablemente nuestros ingresos. Las ayudas que percibí me ayudaron durante el confinamiento, pero la principal lección que cabe extraer de esta crisis es que necesitamos medidas que tengan en cuenta las características específicas de nuestra profesión.

Vivo en Lausana. Tengo 46 años, nací en Suiza, y soy hijo de inmigrantes españoles de Málaga. Tuve mucha suerte porque siempre apoyaron mi vocación. Siempre quise bailar, pero también enseñar. Durante mucho tiempo tuve una academia de flamenco en Ginebra, en el barrio de Eaux-Vives.

Al surgir la pandemia de COVID-19, las autoridades ofrecieron asistencia social con bastante rapidez. Desde marzo de 2020, en calidad de autónomo, percibo un subsidio por pérdida de ingresos (APG) de la Caja de compensación del Cantón de Vaud. Ello me ha permitido subsistir, aunque no representa ni la mitad de mis ingresos habituales.

Cabe destacar asimismo todos los trámites administrativos. Antes de dedicarme íntegramente a la danza, estudié ciencias empresariales, así que estoy acostumbrado al papeleo. No obstante, hubo momentos en los que tuve la impresión de toparme con un muro, a raíz de la gran complejidad de los trámites necesarios. ¡Prefiero no imaginar la situación de los artistas que no están acostumbrados a este tipo de cosas!

Precisamos un apoyo más adaptado a nuestras necesidades. A mi parecer, deberíamos ser considerados trabajadores esenciales porque nuestra labor es esencial para la vida.

Antonio PerujoBailador de flamenco

Francia cuenta con un sistema de protección social para los trabajadores intermitentes de las artes escénicas. Se trata de un sistema específico que tiene en cuenta las peculiaridades de las profesiones en los sectores teatral, cinematográfico y audiovisual. Precisamos un apoyo más adaptado a nuestras necesidades. Considero que tenemos derecho a ello. A mi parecer, deberíamos ser considerados trabajadores esenciales porque nuestra labor es esencial para la vida.

Se ha hablado mucho del papel de la cultura a lo largo de la pandemia. Durante el primer confinamiento me movilicé mucho por mis alumnos. Impartí clases con mi hermana Sylvia, que es también profesora de flamenco, a través de una gran cantidad de plataformas digitales. Los viernes organizábamos asimismo cursos de cocina. Teníamos la impresión de que era algo que la gente realmente necesitaba. Esa era nuestra función: apoyarlos moralmente.

Antonio Perujo baila flamenco con una gran capa.

Antonio en el escenario.

© Jean Louis Duzert

Por otro lado, acusamos los efectos de nuestros esfuerzos en los planos emocional y económico. Ahora que la situación vuelve a la normalidad, aún me queda por recuperar la mayor parte de alumnos que tenía hace un año. Espero que las ayudas prosigan al menos hasta el nuevo curso escolar, en otoño.

Utilizo asiduamente las castañuelas en mis espectáculos. Tengo un par de ellas de plexiglás. Se rompieron durante una de mis actuaciones. Publiqué una fotografía en Facebook en el momento álgido de la pandemia para mostrar cómo me sentía. En cierto modo, sigo sintiéndome de la misma forma.

Castañuelas rotas de Antonio Perujo.

Castañuelas rotas de Antonio Perujo.

© Antonio Perujo

Ver más historias

Comparte esta historia