Mi nombre es Olenka Marquina, empresaria peruana, mamá y arquitecta de profesión. Tengo dos empresas a mi cargo: una cafetería y un estudio de arquitectura. En conjunto en ambas empresas le damos trabajo directo a más de 50 personas.
Todos los días trabajo mañana y noche para poner en marcha mis negocios. Siempre me he caracterizado por ser persistente y luchadora, pero sobre todo empática, y la COVID-19 fue la prueba más grande para mí.
Cuando inició la pandemia, la acción más sencilla hubiese sido cerrar los negocios, esperar que pase el tiempo a ver qué sucedía y luego ver cómo se retomaba. El problema que teníamos, y no lo llamamos problema sino la realidad, era que 50 familias dependían de nosotros para subsistir.
Entonces el plan fue mantener a todo el equipo completo. En el caso del rubro gastronómico tuvimos que reinventarnos y empezar a darles nuevas tareas tanto a los mozos, cocineros y baristas. Unos se convirtieron en empacadores o viendo temas de producción, mientras que otros veían la revisión de etiquetas o el armado de paquetes para pedidos a domicilio.
En el caso del rubro de la arquitectura, ahí si fue un poco más complicado ya que teníamos a la gente de obra como electricistas, drywalleros o pintores que no podían ejecutar obras ni hacer ningún trabajo en ese momento. Fue así que decidimos ponerles el uniforme de repartidores y todos ellos salieron a hacer el delivery.
Durante la pandemia el tema de la seguridad y salud en el trabajo fue clave. No solamente porque ya habíamos cumplido haciendo un plan covid que tenía ciertos protocolos,sino porque fue súper importante para mantener a todo nuestro personal sano y continuar nuestras operaciones.
Algo que conversábamos mucho con los trabajadores era que todos los cuidados que se tenían en el lugar de trabajo, ya sea en la cafetería o en las obras, había que mantener los mismos protocolos y la misma seguridad cuando iban camino a casa para estar siempre seguros.
En el ámbito familiar, la cuarentena no ha sido sencilla por el tema del cuidado y la atención a los chicos, pero debo agradecer que con mi esposo hemos trabajado en equipo y hemos podido resolver todas las tareas domésticas haciendo cada uno por su lado, ya que finalmente yo también trabajo.
Y es que se cree mucho en el Perú de que el hombre es únicamente el que debe trabajar y la mujer se debe dedicar a los hijos, pero en este caso las mujeres también trabajamos y también avanzamos y necesitamos la ayuda de nuestra pareja para poder prosperar y seguir adelante con todos los planes en conjunto.
Ser mujer y empresaria no es fácil para muchas y en el camino siempre hay obstáculos debido a prejuicios sexistas. En mi caso, todavía quedan algunos rezagos de que la arquitecta es la que se sienta a dibujar y el ingeniero es el que va a la obra. Pero en realidad ahora los tiempos han cambiado y nosotras somos las que salimos y hacemos todo.
Y a eso hay que sumarle que ahora existen pruebas firmes y cada vez más numerosas de que la presencia de mujeres en cargos gerenciales tiene resultados satisfactorios para las empresas. Sin embargo, esto, lamentablemente, no se traduce en la realidad.
Desde mi perspectiva personal veo el futuro del trabajo con optimismo. A pesar del rebrote de la pandemia a comienzos de este año no nos hemos desanimado. Sabemos que vamos a tener que aguantar estos meses ya que algunas actividades se han paralizado por las medidas de confinamiento.
Mi proyección para el 2022 es que nuestro local de cafetería va a estar desbordado de clientes y probablemente abriremos dos locales más. En el caso del negocio de arquitectura, esperamos abrir un espacio de coworking para el mes de abril y seguir creciendo, ya que las personas siguen pensando en sus casas, en seguir cambiando, en seguir remodelando, en seguir mejorando los espacios donde ahora pasan más tiempo que antes.
A modo de conclusión, yo creo que las mujeres que tienen ganas de crecer en este mundo siempre lo van hacer. Los sueños nunca se acaban y quien deja de soñar simplemente es quien no logra sus sueños.