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Perspectivas sobre el mundo del trabajo
Foto: Ezer Mnasri

Resurgimiento de una aldea mediante una pequeña presa

Me llamo Saida Zouaoui, tengo 40 años, y soy agricultora, tanto por legado como por pasión. Los conocimientos sobre construcción de presas mediante una técnica ancestral los heredé de mi abuelo bereber, al que respeto y profeso enorme agradecimiento.

Al nacer, mi padre ya trabajaba en el sector agrícola. Mi hermano mayor le ayudaba mucho mientras yo estudiaba. Tras el fallecimiento de mi hermano, me quedé con mi padre, que estaba muy afectado por su muerte; era como si toda su vida se hubiera venido abajo... Lo dejó todo y no quería trabajar más. Al principio preferí no dejarlo solo. Con el paso del tiempo comenzó a gustarme la agricultura, hasta que llegó a apasionarme; actualmente, realizo mi trabajo con gran diligencia, y eso me hace feliz. Mi trabajo es mi verdadera felicidad.

Tuvimos que afrontar varias dificultades, pues el terreno ha cambiado con el paso del tiempo; antes todo era más sencillo, cuando estaba la presa, aun con el método antiguo. Luego, debido a los problemas que provocó la erosión, el agua empezó a desviarse y perdimos mucha, la tierra comenzó a agrietarse y cada vez nos costaba más recuperar el agua, porque en invierno la tierra la absorbe y en verano la tierra se agrieta... Eso hizo que muchos agricultores, más de 40, se marcharan poco a poco, y decían: "si nuestros padres no han logrado nada, qué puede decirse de nosotros...".

Nuestros abuelos se regían por el principio de no abandonar su tierra, pasara lo que pasara, aunque al final no lograran resultados satisfactorios.

Eso hizo que los jóvenes se marcharan a Túnez para trabajar en obras de construcción. Algunos estudiaron, otros se marcharon y dejaron sus tierras, y la región quedó casi desierta.

Cada vez era más difícil recuperar el agua... lo que provocó que muchos agricultores se marcharan paulatinamente y que los jóvenes se fueran a Túnez.

Saida ZouaouiAgricultora

Yo, en cambio, heredé ese principio, pese a que mi padre murió apenas tres meses después de mi boda, a raíz de un accidente de tráfico. Regresé a mi aldea y mi marido estuvo de acuerdo, puesto que la tierra estaba abandonada. Mi hermano menor era uno de esos jóvenes desesperados que no habían querido complicarse la vida, ni trabajar. La explotación agrícola había quedado sin atender, sin tractor ni una escopeta de caza que la policía había incautado tras la muerte de mi padre... Regresé, tenía que lograr que todo volviera estar como antes, como cuando vivía mi padre. Gracias a Dios puede recuperar el arma y volví a trabajar. Con los 5 ó 6 agricultores que quedaban, salimos a construir la presa, a la antigua usanza. Regamos, aunque algunos no logramos nada, porque en verano había escasez de agua. Las cosas fueron mejor en primavera, y siempre albergamos esperanza.

Saida está de pie en el agua y sostiene una piedra que está a punto de utilizar para reforzar un muro empedrado a lo largo de un curso de agua.

Mi abuelo bereber nos legó los conocimientos necesarios para construir presas mediante una técnica ancestral.

© Ezer Mnasri

Voy a confesarle algo. Siempre solía tener algún proyecto en mente. Creía que un día la situación cambiaría, que ocurriría un milagro, o algo parecido, y que las cosas mejorarían. Cada vez que había una reunión en el municipio, o algún evento similar, y se presentaba la oportunidad de intervenir a través de alguna emisora de radio (antes de que existiera la emisora de radio en Kef), yo hablaba de esa presa. Tenía muchas esperanzas en ella.

Como vivo en esta región, soy popular, y todo el mundo me conoce. Soy la única mujer que trabaja con un tractor, en la agricultura, en las obras, y todo el mundo lo sabe. Desde hace tiempo la gente sabe que sólo tenía un proyecto en la vida: que esa presa entrara en funcionamiento y abasteciera de agua a toda la región, que los agricultores regresaran y que la vida volviera a ser la misma. Todo el mundo sabía que este era mi sueño.

Retrato de Saida Zouaoui, rodeada de vegetación.

Siempre he albergado la esperanza de que la actividad agrícola resurgiera en mi aldea.

© Ezer Mnasri

Una delegación especial se reunió con el Sr. Belgacem Klai, que me llamó en ese momento para decirme: "Saida, hay una posibilidad, no te hagas ilusiones, pero vamos a intentarlo". No sabíamos cuál era el motivo, pero la Organización Internacional del Trabajo había venido a hablar de la erosión, y de otras cosas; me explicaron que, si quería enviar un mensaje, podía hacerlo. Se celebró una reunión a la que asistieron varias personas, algunas de las cuales hablaron de alumbrado público, o de otros temas. Mencioné el tema del agua y funcionó, gracias a Dios, y el sueño se hizo realidad.

¿Por qué quería que se reparara y rehabilitara esa presa, ante todo? Para que hubiera agua y la gente se motivara, y los jóvenes no tuvieran que abandonar su tierra y se comprometieran con ella como hizo la anterior generación.

Sólo tenía un proyecto en la vida: que esa presa entrara en funcionamiento y abasteciera de agua a toda la región, que los agricultores regresaran y que la vida volviera a ser la misma.

Saida ZouaouiAgricultora

Hay un dicho que dice que "En la desgracia, siempre hay un resquicio para la esperanza". Es cierto que la COVID provocó muchos daños al país y empeoró su situación, pero contribuyó claramente a algo. La gente que se había marchado, sobre todo la que trabajaba en el sector hotelero, regresó a su hogar y se quedó en él. Los cafés se habían cerrado... ¿Qué podían hacer? En ocasiones, cuando se está aburrido, se coge un cubo y se planta algo. Poco a poco empezaron a crecer verduras que se plantaron. En ese momento surgió la iniciativa de los jóvenes, todos querían recuperar sus tierras para trabajarlas. Comprendieron la situación. Además, la agricultura fue el sector que sostuvo al Estado durante esa crisis.

El Estado está representado por varios organismos, en particular la administración del Ministerio de Agricultura y los distritos forestales... está presente, con nosotros y nos brinda apoyo. Es comprensivo, pero carece de medios.

Un nuevo canal de hormigón conecta el agua del arroyo con los campos de los agricultores cerca del pueblo de Saida, en Túnez.

Tras la reparación y la rehabilitación de la presa, vuelve a disponerse de agua para uso agrícola.

© Ezer Mnasri

Siempre he tenido una gran confianza en las organizaciones, especialmente en la Organización Internacional del Trabajo. Me informé. Al principio pensé que se trataba de una iniciativa política, que nos iban a vender un sueño y que luego se irían y nos abandonarían. He leído mucho sobre las actividades de la OIT, y me he mantenido al corriente de las mismas, he podido constatar los resultados de su labor en Argelia. Antes, los agricultores eran reacios. Fui la primera persona del sector agrícola que decidí seguir la labor de la OIT, habida cuenta de la reputación que tenía en Rwanda. Gracias a Dios no me decepcionó. Las personas que sentían una profunda decepción, tras ver los resultados logrados, comenzaron a mostrarse más optimistas y motivadas. Ahora todo el mundo desea trabajar.

Lo que me hace realmente feliz es que los jóvenes de la región que siguen estudiando quieran especializarse y ser ingenieros agrónomos. Yo soy autodidacta, pero ellos prefieren conocer las técnicas y metodologías adecuadas para trabajar.

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