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Perspectivas sobre el mundo del trabajo
Foto: ILO/OIT
El espíritu empresarial de los jóvenes

Un negocio floreciente para una jóven empresaria

Me llamo Mariam Kobalia, soy de Georgia y tengo 25 años.  Siempre quise tener algo propio, crear algo por mí misma.

 Hace poco abrí una floristería, “Las flores de Marí”. También tengo dos invernaderos donde cultivo flores y estoy haciendo cursos universitarios en línea de administración pública.

Mariam Kobalia está delante de su floristería “Las flores de Marí” y sostiene un ramo de rosas.

Mi nueva floristería, “Las flores de Marí”, está en el centro del pueblo.

© ILO/OIT

Empecé todo esto a los 22 años.  Estaba casada y tenía una bebé.  Vivíamos en casa de mis padres.  Tenía una vida ordinaria.

Entonces, por casualidad, una amiga me habló de un curso de formación para mujeres en Anaklia. Así fue como fui a dar a la formación organizada por USAID, la Women's Empowerment Foundation y la Fundación TASO.

Nos pidieron que presentáramos un proyecto agrícola. Yo opté por las flores porque era joven y pensé que podría hacer algo con ellas. Cuando se redacta una propuesta de proyecto, es preciso calcularlo todo y pensarlo bien. Ya tenía una estructura metálica para un invernadero en casa, gracias a lo cual necesitaría menos dinero para ponerlo en funcionamiento, y esto jugó a mi favor.Con esta primera propuesta de proyecto recibí una pequeña subvención y compré las láminas de plástico para cubrir el invernadero.

Mariam Kobalia está en el invernadero con su hija, que sostiene unas rosas rojas.

Corto las rosas en el invernadero a primera hora de la mañana. A mi hija de cuatro años le gusta acompañarme.

© ILO/OIT

Después del primer curso de formación quise participar en otros. Entré en una escuela para jóvenes empresarios y conseguí más financiación; me sirvió para comprar plantines, un sistema de riego por goteo y otros suministros. Eso fue en 2019.

Recuerdo que planté mis primeras flores a finales de marzo y en julio ya tenía rosas.

Al principio fue muy difícil y problemático, porque no tenía experiencia en trabajar en un invernadero tan grande y en el cultivo de rosas, unas flores que tienen muchas enfermedades que hay que tratar. Además, no sabía cómo ponerles precio.  Poco a poco conocí a gente que tenía invernaderos.  Luego empecé a ir a las floristerías y con la práctica fui adquiriendo conocimientos.

Empecé a vender rosas desde casa y a abastecer el mercado y las tiendas de Zugdidi, una ciudad cercana.

Estar orientado a los objetivos fue la clave, y las formaciones me ayudaron a establecer contactos con la gente.

Mariam KobaliaJóven emprendedora

Al mismo tiempo, asistí a cursos de formación organizados por diferentes organizaciones y desarrollé mis competencias empresariales. Estar orientada a los objetivos fue la clave y me ayudó a establecer contactos con gente.

Cursé una formación de la OIT “Inicie y mejore su negocio”. Antes de estas formaciones no tenía ningún conocimiento sobre el aspecto comercial del negocio, y era lo más importante que tenía que aprender. Nos enseñaron los fundamentos de la mercadotecnia y la publicidad. También nos formaron en contabilidad y fijación de precios, en cómo gestionar nuestras finanzas y en cómo producir.

Mariam Kobalia está de pie en su floristería, sostiene su teléfono en una mano y una flor en la otra.   En primer plano, sobre la mesa, hay flores cortadas y un ordenador portátil.

Llego a la tienda a las 9:30 y empiezo a preparar los pedidos.

© ILO/OIT

Siempre estaba alerta y trataba de estar atenta a las convocatorias para la concesión de subvenciones. La última subvención para un proyecto que recibí fue el resultado de un trabajo excepcionalmente duro. Pasé por muchas etapas, también fue muy difícil presentar propuestas de proyectos y, sobre todo, había mucha competencia.

El proyecto consistía en un invernadero para gypsophila. Debía ser innovador: la flor de la gypsophila es realmente rara en Georgia, se importa de Turquía y de los Países Bajos, y yo escribí en el proyecto que haría un invernadero de gypsophila. Había que calcularlo todo, cuánto beneficio generaría, qué tipo de cuidados necesitaría, etc.

Y cuando sólo se seleccionaron cuatro proyectos de entre 27 participantes muy fuertes, y me encontré entre esos cuatro, fue como tocar el cielo con las manos.Nunca olvidaré ese día.

Mariam Kobalia prepara rosas blancas en un jarrón para un cliente.  Tanto Mariam como el cliente llevan una máscara.

Mi base de clientes se está ampliando y ahora vienen de los pueblos cercanos.

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Tener dos invernaderos creó muchas más oportunidades. Yo veía que el negocio estaba volviéndose rentable. Pero entonces la pandemia de COVID-19 nos golpeó. El mercado se cerró y fue muy duro para nosotros.

 Como no había tiendas, la gente venía a mi casa a comprar flores. Necesitaban flores para los funerales o para los cumpleaños. Tuve que aprender a envolver un ramo de flores.  Le pedí a una mujer que tiene una floristería en Zugdidi que me enseñara.  Cuando empecé a envolver empecé a pensar en tener mi propia tienda.

Cuando decidí abrir la tienda, un gran reto que tuve que superar fue el temor al fracaso.

Mariam KobaliaJóven emprendedora

Cuando decidí abrir la tienda, un gran reto que tuve que superar fue el temor al fracaso. No tenía un préstamo bancario y lo hice todo con el dinero que me quedaba; aun así estaba nerviosa. Uno se preocupa por que sea un éxito. En primer lugar, uno  no quiere sufrir una decepción, y desea estar a la altura de las expectativas de su familia y otras personas que han ayudado.

Hasta ahora ha sido un negocio familiar. Sobre todo, es mi padre quien me ayuda. Por la mañana corto las flores en el invernadero, y cuando estoy en la tienda, mi padre se ocupa de los invernaderos. Mi madre también nos ayuda con el corte, y mi marido ayuda con el reparto.

Mariam Kobalia juega una partida de cartas con su hija de cuatro años y su marido.

Durante mi tiempo libre, me gusta pasar tiempo con mi hija y mi marido.

© ILO/OIT

Todo el tiempo libre que tengo lo paso con mi hija, que ahora tiene cuatro años. Ahora, por ejemplo, en verano, mi marido y yo llevamos a nuestra niña al mar después de las 20 horas y vemos juntos la puesta de sol.

En un buen día nuestros ingresos por ventas son de entre 160 y 200 dólares. Vendo mis rosas y también flores de otros invernaderos locales. Tengo muchos pedidos en línea. Ahora, por ejemplo, tengo que preparar 300 rosas para una fiesta de compromiso.

Quiero que “Las flores de Marí” se convierta en una marca famosa.

Mariam KobaliaJóven emprendedora

Es muy difícil para una mujer abrir un negocio en Georgia. Nunca me imaginé que tendría mi propia tienda y dos invernaderos a los 25 años, pero lo conseguí con mucho trabajo, determinación y apoyo familiar. Mi familia me animaba: ¿has fracasado? No te rindas, ten paciencia.

Ahora que tengo mi propio negocio, soy mi propia jefa. Sí, hay más trabajo, pero lo disfruto. Mi negocio genera unos buenos ingresos, mi familia lo percibe así y es feliz.

 Estoy pensando en montar otros dos invernaderos en un futuro próximo.Dentro de cinco años quiero emplear a un vendedor en la tienda y tener otras tiendas en Zugdidi.Y quiero tener tiendas de marca. Quiero que “Las flores de María” se convierta en una marca famosa.

Mariam Kobalia está de pie en su invernadero y lleva un ramo de rosas rojas. Detrás de ella hay hileras de rosales.

¿Lo que más me gusta? Cortar las rosas cuando están en flor.

© ILO/OIT

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