Me llamo Wu Mengnan y tengo 48 años. Mi vida ha cambiado drásticamente a causa del VIH.
Hace varios años, mi marido tenía problemas de salud. Fuimos de hospital en hospital y finalmente le diagnosticaron SIDA. Después, también se confirmó mi infección por el VIH. Tenía por entonces 33 años y mi hijo cinco.
De algún modo, terceras personas se enteraron sobre los resultados de nuestro diagnóstico de VIH. También los vecinos de la comunidad conocían nuestra situación. La gente con la que normalmente nos llevábamos bien cambió repentinamente su actitud hacia nosotros. Dijeron muchas cosas malas sobre nosotros, y que perjudicábamos a la gente, y nos pidieron que nos vayamos. Con un marido enfermo y un niño de corta edad, me sentí impotente. No había hecho nada malo. El VIH no se contrae a través del contacto diario casual. ¿Cómo podían tratarnos así los vecinos? ¿Y a dónde podíamos mudarnos? Al final no pudimos soportar la presión y dejamos el barrio donde habíamos vivido durante muchos años.
Cuando mi marido dio positivo, ya había perdido las mejores oportunidades de tratamiento. Su estado de salud era tan grave que le conectaron a un sistema de respiración artificial en un hospicio y murió pocos años después. Desde entonces, mi hijo y yo hemos dependido recíprocamente. Sabemos lo que es la amargura de la vida.
Tuve que trabajar, ganar dinero y pagar la escolaridad de mi hijo. Trabajé a tiempo parcial a diario y tomé mi medicación antiviral a tiempo. Mi fortaleza física no parecía ser peor que antes de contraer el virus. La única diferencia era que no podía dejar que nadie supiera que estaba infectada. Si se enteraban, corría el riesgo de perder mi trabajo. Así que trabajé y cambié muchas veces de empleo.
Recuerdo que una empresa fue muy amable conmigo. Pensé que no podía "engañar" ni "esconderme" de la gente, así que les dije la verdad. Al enterarse de mi situación, se molestaron mucho, se asustaron y me pidieron que me fuera de inmediato.
La infección por el VIH es como una bomba de relojería en mi vida. No puedo decirle a nadie la verdad. Debo permanecer en guardia todo el tiempo, para que no me descubran. Tengo que tener cuidado de no decir nada. Eso significa que no puedo solicitar un trabajo que requiera un examen médico, o un certificado sanitario. Otras personas seropositivas se encuentran en la misma situación. Muchos empleadores piden reconocimientos médicos antes de la contratación, y casi no hay forma de encontrar un buen trabajo estable y a largo plazo tras un diagnóstico de VIH.
La gente no puede contraer el VIH por verse diariamente, pero tiene miedo del virus, de ahí que nadie quiera contratar a personas seropositivas. Incluso si alguien tiene la suerte de recibir una oferta de trabajo, corre el riesgo de quedarse sin trabajo si su empleador le pide un examen físico, requisito anual en algunos sectores de servicios. Solo podemos trabajar en talleres de propietarios particulares para realizar trabajos esporádicos que no requieren ninguna cualificación. Son trabajos temporales con largas jornadas de trabajo, mal remunerados, y sin contrato laboral, formación o seguridad social. Llevo 15 años trabajando a tiempo parcial sin parar, desde que adquirí el VIH.
Mi hijo cursa actualmente estudios superiores, y la matrícula cuesta 14.500 yuanes al año. Aunque trabajo mucho, mis ingresos mensuales no son estables, sobre todo recientemente, a raíz de la pandemia de COVID-19. Sólo gano 2.000 yuanes al mes, en promedio, y vivo bajo presión, aun con prestaciones de subsistencia. Temo pensar qué pasará dentro de algunos años si mi cuerpo se debilita. Para ahorrar dinero no he cotizado a la seguridad social, así que tras la jubilación no tendré pensión, sólo una prestación de subsistencia. Me gustaría encontrar un trabajo mejor, ganar tres o cinco mil yuanes al mes y ahorrar dinero mientras pueda trabajar. Así tendría mucha menos tensión en la vida.
Estoy sana y puedo trabajar. Quiero que me traten con equidad y vivir como una persona normal.