Voices
Perspectivas sobre el mundo del trabajo
Foto: I. Gorosito ILO/OIT

Podcast el futuro del trabajo

Episodio 10
La economía de los cuidados

Las cadenas de cuidado que sostienen al mundo

8 de marzo de 2022
00:00

Cada mañana, en las grandes ciudades, millones de trabajadoras de casas particulares se desplazan de un trabajo a otro, coordinan para delegar los cuidados de sus propios hijos e hijas y sostienen las rutinas diarias de varias familias. Las propias, pero también sostienen a las familias de sus empleadores y empleadoras.

Hay tareas de cuidados remuneradas y no remuneradas. El trabajo doméstico es un subsector de las remuneradas. En el mundo hay 70 millones de trabajadores y trabajadoras domésticas. Casi 8 de cada 10 son mujeres. Y el 75 por ciento del trabajo doméstico es informal.

Como parte de una iniciativa interagencial de las Naciones Unidas en Argentina, este podcast fue financiado por los programas “Primera infancia y sistema integral de cuidados” (Joint SDG Fund) y "Recuperación socioeconómica a la crisis COVID-19 desde perspectiva de género" (MPTF COVID-Fund).

Transcripción

Hola.

Bienvenidos a este nuevo episodio

de Las Voces de la OIT,

un podcast en el que hablamos

de los problemas y de las cuestiones

del mundo del trabajo,

de las profundas transformaciones

que está viviendo y por supuesto

de los efectos de la pandemia.

Hoy vamos a hablar

del trabajo de los cuidados,

un concepto muy amplio que abarca

desde las tareas del hogar

al cuidado de personas enfermas

o de niños y niñas.

En el mundo hay 70 millones

de trabajadores y trabajadoras domésticas,

un sector altamente feminizado.

La gran mayoría de estas personas,

el 75%, trabaja en la economía informal,

esto significa que no tienen reconocimiento

ni protección social,

derecho al desempleo o seguro médico.

También corren mayores riesgos

de sufrir daños físicos y mentales

y en algunos casos abusos sexuales.

Casi 8 de cada 10 son mujeres,

muchas son migrantes.

Es un trabajo ingrato

y que no siempre está valorizado.

Este podcast continúa con la serie

Alguien cuida producida

por la OIT en Argentina,

enfocada en los trabajos

que el mundo necesita, pero nadie ve.

Vamos a hablar

sobre la experiencia personal

de distintas trabajadoras y con expertas

que nos explicarán

cómo se puede mejorar el reconocimiento

y la protección de las personas

que juegan un papel tan importante

en nuestra vida diaria

y que a menudo no vemos.

Porque nosotras las trabajadoras

de casas particulares

trabajamos, le dedicamos la vida,

pasamos más tiempo en la casa del patrono

que en nuestra misma casa,

dejamos de cuidar a nuestros hijos,

de atender a nuestros seres queridos

para atender a los hijos de los patronos.

Nos convertimos hasta en madre de esos niños

porque les bridamos hasta afecto,

porque cuando una trabajadora

de casa particular es responsable

y te brindan la confianza

hasta de dejarte sus hijos,

eso vale y eso deben de valorizarlo.

Esa es Berlinda,

tiene 56 años y es de Venezuela.

Llegué a finales de junio del 2019.

Ya tengo dos años y cuatro meses aquí

en el país de Argentina.

Vine para el matrimonio de mi hija,

claro, y también

porque deseaba ver a mi hija,

ya tenía dos años aquí en el país

y dos años sin verla.

Mi primer trabajo fue en Castelar.

Desde que vine para acá

ya venía con el trabajo.

Era un trabajo cama adentro,

como se dice cuando la trabajadora

duerme en el domicilio en el que trabaja,

pero a ella le habían dicho

que solo tendría que cuidar a los niños.

Pasó poco tiempo

hasta que se dio cuenta de la realidad,

esa no sería su única tarea,

sino que sus empleadores la sobrecargarían

con otros trabajos de cuidado doméstico.

Me habían dicho

que iba a cuidar dos niños.

Resulta que terminé haciendo

todos los quehaceres de la casa,

limpiar, cuidar a los niños,

llevarlos al jardín,

sacarlos a pasear,

lavar, ordenar, limpiar, cocinar.

En este podcast hablamos

sobre tareas de cuidados remuneradas

y no remuneradas.

El trabajo doméstico

es un subsector de las remuneradas.

De acuerdo con la última encuesta nacional

a trabajadores sobre condiciones de empleo,

trabajo, salud y seguridad,

en Argentina hay casi 1.500.000

de trabajadoras domésticas.

Ellas representan el 5,6% del empleo,

el 17,4% de las mujeres ocupadas

y el 22% de las mujeres

asalariadas del país.

La mayoría tiene entre 35 y 54 años.

Con frecuencia se trata de mujeres

jefas de hogares monoparentales,

es decir, madres

a cargo de sus hogares e hijos.

A pesar de que el 44% son jefas de hogar,

sus salarios son en general

más bajos que el promedio del país.

La informalidad en este sector

es muy alta,

3 de 4 trabajadoras no están registradas

y por lo tanto no acceden

a derechos laborales ni protección social.

La historia de Berlinda es apenas

una de muchísimas, una entre 1.500.000.

Además de ser trabajadora doméstica,

Berlinda es una mujer migrante

y por esta razón

se vio doblemente afectada

por desigualdades estructurales.

Natalia Escoffier,

de la Organización Internacional

para las Migraciones,

nos explica esta situación.

La labor remunerada

vinculada a tareas y cuidados

está fuertemente feminizada en todo el mundo

y posee generalmente

condiciones de trabajo inestables

y con baja remuneración.

De este modo,

las necesidades en términos de cuidado

que no son cubiertas

por las instituciones estatales,

que son muchas,

son absorbidas por mujeres en general,

un gran número de ellas mujeres migrantes.

Hay algunos estudios interesantes

que muestran, por ejemplo, hay uno sobre,

qué cantidad de personas cuidan

en América Latina y el Caribe

que condujeron desde ONU Mujeres,

CEPAL y OIT, mostraba

que entre 11 y 18 millones de personas

se dedican al trabajo doméstico

y más del 90% de ese total son mujeres.

A su vez,

que más de las tres cuartas partes

de ese total trabaja en la informalidad.

Si miramos datos de la región,

ese número crece incluso más,

hasta ubicarse en 9 de cada 10 casos.

Así mismo, más del 17%

de ese total son migrantes,

en su mayoría mujeres,

en muchos casos mujeres afrodescendientes

o indígenas.

La desigualdad de género

puede recrudecer con ciertas variables

y ser migrante es una de ellas.

Cuando no se puede acceder

a la regularización de los documentos

las posibilidades de inserción

en el mercado de trabajo formal

bien remunerado son acotadas,

son sumamente acotadas.

Las mujeres migrantes

en una mayoría de los casos

o en muchos casos se desempeñan

en ámbitos muy poco valorizados

desde el punto de vista económico

y espléndidamente precarios.

Este justamente era el caso de Berlinda.

Yo soy una profesional

que vengo de Venezuela.

Sé que no me lo están preguntando,

soy licenciada en Trabajo Social

con una maestría

en Educación Mención Orientación.

Siempre mi trabajo fue desempeñarme

en mi área de trabajo social,

trabajando en una oficina,

atendiendo representantes,

dictando charlas, talleres,

haciendo visitas domiciliarias.

Nunca en mi vida mi trabajo fue

de doméstica o lo que llaman aquí,

cama adentro.

Realmente como uno migrante

sin conocer, sin saber nada,

se aprovechan de esas circunstancias.

Trabajé, no me dijeron nunca

un horario de descanso.

Yo trabajaba desde que me paraba

a las 6 30 AM más o menos

a preparar el desayuno,

levantar los niños, levantarlos a ellos.

No tenía descanso.

En la tarde tampoco descansaba

porque tenía que estar pendiente de buscar el niño,

hacer todo lo que era el desayuno,

el almuerzo, limpiar,

lavar constantemente, organizar.

En la noche no sabía

que cenaban tan tarde.

Por lo menos en Venezuela

tenemos la costumbre

de cenar a las 7:00 PM

y aquí cenaban a las 10:00 PM.

Yo tenía que acostarme

era después que ellos llegaran

y llegaban a veces 1:00 AM.

No podía dormirme antes

porque ellos están despiertos

esperando a sus padres.

Realmente esa era una violación derecho,

aparte de lo que me pagaban

no era acorde con lo que hacía,

porque después me entero

que cada función tiene un salario aparte.

Lo que es cuidar niños,

lo que viene siendo ser uno niñera,

lo que es cocinar es cocinar

y lo que es limpiar es limpiar.

Ahora, eso lo engloban todo junto

donde hay otra discriminación y explotación.

Berlinda trabajó cinco meses

en estas condiciones hasta que decidió

abandonar la casa y buscar otro trabajo.

Un tiempo después pudo conocer

algunos de sus derechos

y entendió que mucho de lo que había vivido faltaba

a garantías laborales fundamentales.

Escuchemos a Pimpi Colombo,

secretaria general

del Sindicato de Amas de Casa

que existe desde 1983.

Para el caso de las trabajadoras domésticas

es muy importante que tengamos

desde el año 2013 en Argentina

una ley que equipara

a las empleadas domésticas

en el conjunto de derechos

que tienen los demás trabajadores.

La licencias por maternidad,

vacaciones, aguinaldo,

a tener un espacio donde se negocien

sus salarios,

a tener categorías del trabajo y demás.

Todo eso está previsto

y todo eso se va construyendo

laboriosamente en la realidad.

Como dice Pimpi Colombo,

estas políticas permitieron mejorar

las condiciones laborales

de las trabajadoras domésticas.

Lograron avances

para que no queden excluidas

del marco de derechos

y de protección social.

Sin embargo, todavía persisten desafíos

y problemas por resolver.

Nuestro sindicato está proponiendo

desde hace rato que se le dé importancia,

no solo a la discusión salarial,

que es muy importante y que se hace regularmente,

sino que se tome cartas en el sentido

de generar las políticas

y los apoyos del Estado

para que las familias empleadoras

puedan cumplir con la ley

y mejorar las condiciones laborales

de las empleadas domésticas.

Ahora nuestro sindicato

ha presentado un proyecto

al Ministerio del Trabajo

para que respalde la actividad

de nuestro sindicato

en relación a proponer

a la familia las ventajas

que para las familias tiene

que la empleada o el empleado

que tienen en su hogar

lo sea con todos sus derechos,

es decir, la registración.

Carmen Britez,

referente de la Unión del Personal Auxiliar de Casas Particulares,

nos comparte su mirada

sobre la situación de los derechos

y conquistas de las trabajadoras.

Yo siempre digo

que desde el año 56 al 2013

fueron 60 años de lucha

para poder obtener hoy una ley protectora

mínimamente tratando de igualar

porque nos falta todavía algunos derechos,

tratando de igualar

el tema del trabajo de casas particulares

como cualquier otra actividad

y como cualquier otro trabajador.

En el sector del trabajo

en casas particulares la informalidad,

como vimos, es muy frecuente.

La formalización es fundamental,

no solo para garantizar

los derechos laborales de las trabajadoras,

sino para que este empleo deje de verse

como una changa, un favor,

un deber o una ayuda

y se reconozca como un trabajo.

Sobre este tema volvemos a escuchar

a Natalia Escoffier.

A futuro sería esperable

que las personas puedan optar

por trabajar en el ámbito del cuidado

y que en ningún caso sea esa

la única opción disponible o que se presenta.

Para quienes opten

efectores y efectoras de cuidado

deberían por supuesto contar

con todos los derechos asociados

a los empleos formales

y tanto para quienes opten

por el trabajo doméstico

o de cuidado como quienes no hagan

es necesario que los estados

brinden satisfactorios servicios de cuidado

para quienes así los requieran,

en forma temporal o permanente.

En ese sentido, es fundamental

contar con cifras, registros

e información sobre quiénes permanecen

en la informalidad y necesitan

la protección de políticas públicas.

También es clave continuar midiendo

y teniendo datos que permitan contar

con información sistemática

que dé cuenta de quiénes cuidan,

qué condiciones laborales tienen,

qué recursos ponen a disposición los estados

para compatibilizar la vida familiar,

personal y laboral.

No solo familiar y laboral,

porque también hay que tener espacio

y tiempo para el autocuidado

que es tan necesario y conocer también

qué características

tiene el sector laboral de cuidado

y quiénes ocupan esos roles,

cómo se insertan las mujeres migrantes

en este caso, en estos espacios

y si se ven o no vulnerados sus derechos.

¿Cuántas historias así escuchamos,

conocemos de primera mano

o vivimos nosotras mismas?

Cada mañana en las grandes ciudades

1.500.000 de trabajadoras

de casas particulares

se desplazan de un trabajo a otro,

coordinan para delegar los cuidados

de sus propios hijos e hijas

y sostienen las rutinas diarias

de varias familias, las propias,

pero también sostienen a la familia

de sus empleadores y empleadoras.

La desfamiliarización del cuidado

también se relaciona

con el nivel socioeconómico

y con otros puntos de intersección identitaria

porque quienes acceden a mayores recursos

pueden o tienen la posibilidad

de subcontratar o de privatizar

tareas de cuidado.

Familias de sectores socioeconómicos

medios y altos

comenzaron a delegar estas tareas

en otras efectoras de cuidado,

en este caso, remuneradas.

En el caso de Berlinda

el apoyo a su familia consiste

en poder enviarles dinero para enfrentar

la dura situación económica

de su país de origen.

En Venezuela se quedó mi hijo menor

con 19 años de edad.

Se quedó como responsable

de cuidarnos los bienes

que dejamos allá.

Nuestra condición

cuando salimos de Venezuela

es que el que sale le envía

al que está en Venezuela

para que pueda subsistir

ya que allá todo se paga es en dólares

y el sueldo o el salario no alcanza para comer.

Nosotros los migrantes

soportamos hasta el final

porque tenemos que pagar,

porque tenemos que vivir,

porque debemos mandarles

a nuestros seres queridos

en el país donde está.

Cuando Berlinda tomó conciencia

de sus derechos se propuso conseguir

un trabajo decente, no solo para ella.

Necesitamos también tener

un sueldo acorde a la canasta básica

que nos permita vivir dignamente,

un salario digno.

Necesitamos una jubilación digna,

necesitamos un seguro hasta de vida,

necesitamos,

todos los beneficios contractuales.

Cuando el empleador va a una PYME,

va a su empresa, va a su comercio,

a su almacén, a su quiosco

y tiene un empleado lo ve como trabajador.

Cuando viene a su casa

no la ve a la trabajadora

como una trabajadora,

la ve como la persona que te ayuda,

la ve como la persona de la familia

o a quien yo quiero mucho y ayudo

muchas veces y la trabajadora

muchas veces no se ve como trabajadora.

Acá hay un trabajo importante

que desde las organizaciones sindicales

y de las acciones

de políticas públicas del estado

tienen que trabajar

para poder llegar a visibilizar

y a jerarquizar el trabajo doméstico

como un trabajo.

En el mundo hay 70 millones

de trabajadores y trabajadoras domésticas,

por supuesto,

casi 8 de cada 10 son mujeres.

Además, el 75% del trabajo doméstico

es informal.

Por eso la OIT trabaja a escala global

para promover la transición

hacia la economía formal

y garantizar el acceso de las trabajadoras

a la seguridad social.

En todo el mundo

la situación todavía es desigual

y para revertirla es necesario

un punto más que tal vez

no tiene tanto que ver con lo normativo.

Se necesita cambiar la mentalidad,

comprender que el trabajo doméstico

es un trabajo y cambiar las dinámicas

que lo invisibilizan

dentro de los hogares.

El gran desafío es dar un cambio cultural,

un reto conectado a muchos de los temas

sobre los que hablamos en este podcast.

Como todas las tareas

del universo de los cuidados

sobre el trabajo doméstico,

pesan estereotipos, naturalizaciones

y sistemas que a pesar de seguir vigentes

podemos transformar y corregir.

Estas transformaciones,

no solo van a garantizar los derechos

de quienes hacen estos trabajos,

sino los de todas las personas.