Episodio 10
Las cadenas de cuidado que sostienen al mundo
Juana del Carmen Britez, María Lucila “Pimpi” Colombo, Natalia Escoffier, Berlinda Marvaez
Episodio 40
Trabajo seguro para todas: la urgencia de una perspectiva de género
Clara Guillén, Tzveti Radoslavova, Gina Magnolia Riaño
Episodio 39
Informalidad, desigualdad y empleo juvenil: los retos del mercado laboral en América Latina y el Caribe
Gerson Martinez
Episodio 38
¿Cómo afecta la inteligencia artificial a los mercados laborales de América Latina?
Hernan Winkler
Episodio 37
Tendencias globales del empleo: desafíos y oportunidades para 2025
Miguel Sánchez Martínez
Episodio 36
Innovación Sostenible para el Futuro del Trabajo
Maria Sabrina de Gobbi
Episodio 35
Empleo juvenil: hay que repensar las estrategias
Susana Puerto, Katherine Velastegui
Todos los episodios
Las cadenas de cuidado que sostienen al mundo
8 de marzo de 2022Cada mañana, en las grandes ciudades, millones de trabajadoras de casas particulares se desplazan de un trabajo a otro, coordinan para delegar los cuidados de sus propios hijos e hijas y sostienen las rutinas diarias de varias familias. Las propias, pero también sostienen a las familias de sus empleadores y empleadoras.
Hay tareas de cuidados remuneradas y no remuneradas. El trabajo doméstico es un subsector de las remuneradas. En el mundo hay 70 millones de trabajadores y trabajadoras domésticas. Casi 8 de cada 10 son mujeres. Y el 75 por ciento del trabajo doméstico es informal.
Como parte de una iniciativa interagencial de las Naciones Unidas en Argentina, este podcast fue financiado por los programas “Primera infancia y sistema integral de cuidados” (Joint SDG Fund) y "Recuperación socioeconómica a la crisis COVID-19 desde perspectiva de género" (MPTF COVID-Fund).
Transcripción
Hola.
Bienvenidos a este nuevo episodio
de Las Voces de la OIT,
un podcast en el que hablamos
de los problemas y de las cuestiones
del mundo del trabajo,
de las profundas transformaciones
que está viviendo y por supuesto
de los efectos de la pandemia.
Hoy vamos a hablar
del trabajo de los cuidados,
un concepto muy amplio que abarca
desde las tareas del hogar
al cuidado de personas enfermas
o de niños y niñas.
En el mundo hay 70 millones
de trabajadores y trabajadoras domésticas,
un sector altamente feminizado.
La gran mayoría de estas personas,
el 75%, trabaja en la economía informal,
esto significa que no tienen reconocimiento
ni protección social,
derecho al desempleo o seguro médico.
También corren mayores riesgos
de sufrir daños físicos y mentales
y en algunos casos abusos sexuales.
Casi 8 de cada 10 son mujeres,
muchas son migrantes.
Es un trabajo ingrato
y que no siempre está valorizado.
Este podcast continúa con la serie
Alguien cuida producida
por la OIT en Argentina,
enfocada en los trabajos
que el mundo necesita, pero nadie ve.
Vamos a hablar
sobre la experiencia personal
de distintas trabajadoras y con expertas
que nos explicarán
cómo se puede mejorar el reconocimiento
y la protección de las personas
que juegan un papel tan importante
en nuestra vida diaria
y que a menudo no vemos.
Porque nosotras las trabajadoras
de casas particulares
trabajamos, le dedicamos la vida,
pasamos más tiempo en la casa del patrono
que en nuestra misma casa,
dejamos de cuidar a nuestros hijos,
de atender a nuestros seres queridos
para atender a los hijos de los patronos.
Nos convertimos hasta en madre de esos niños
porque les bridamos hasta afecto,
porque cuando una trabajadora
de casa particular es responsable
y te brindan la confianza
hasta de dejarte sus hijos,
eso vale y eso deben de valorizarlo.
Esa es Berlinda,
tiene 56 años y es de Venezuela.
Llegué a finales de junio del 2019.
Ya tengo dos años y cuatro meses aquí
en el país de Argentina.
Vine para el matrimonio de mi hija,
claro, y también
porque deseaba ver a mi hija,
ya tenía dos años aquí en el país
y dos años sin verla.
Mi primer trabajo fue en Castelar.
Desde que vine para acá
ya venía con el trabajo.
Era un trabajo cama adentro,
como se dice cuando la trabajadora
duerme en el domicilio en el que trabaja,
pero a ella le habían dicho
que solo tendría que cuidar a los niños.
Pasó poco tiempo
hasta que se dio cuenta de la realidad,
esa no sería su única tarea,
sino que sus empleadores la sobrecargarían
con otros trabajos de cuidado doméstico.
Me habían dicho
que iba a cuidar dos niños.
Resulta que terminé haciendo
todos los quehaceres de la casa,
limpiar, cuidar a los niños,
llevarlos al jardín,
sacarlos a pasear,
lavar, ordenar, limpiar, cocinar.
En este podcast hablamos
sobre tareas de cuidados remuneradas
y no remuneradas.
El trabajo doméstico
es un subsector de las remuneradas.
De acuerdo con la última encuesta nacional
a trabajadores sobre condiciones de empleo,
trabajo, salud y seguridad,
en Argentina hay casi 1.500.000
de trabajadoras domésticas.
Ellas representan el 5,6% del empleo,
el 17,4% de las mujeres ocupadas
y el 22% de las mujeres
asalariadas del país.
La mayoría tiene entre 35 y 54 años.
Con frecuencia se trata de mujeres
jefas de hogares monoparentales,
es decir, madres
a cargo de sus hogares e hijos.
A pesar de que el 44% son jefas de hogar,
sus salarios son en general
más bajos que el promedio del país.
La informalidad en este sector
es muy alta,
3 de 4 trabajadoras no están registradas
y por lo tanto no acceden
a derechos laborales ni protección social.
La historia de Berlinda es apenas
una de muchísimas, una entre 1.500.000.
Además de ser trabajadora doméstica,
Berlinda es una mujer migrante
y por esta razón
se vio doblemente afectada
por desigualdades estructurales.
Natalia Escoffier,
de la Organización Internacional
para las Migraciones,
nos explica esta situación.
La labor remunerada
vinculada a tareas y cuidados
está fuertemente feminizada en todo el mundo
y posee generalmente
condiciones de trabajo inestables
y con baja remuneración.
De este modo,
las necesidades en términos de cuidado
que no son cubiertas
por las instituciones estatales,
que son muchas,
son absorbidas por mujeres en general,
un gran número de ellas mujeres migrantes.
Hay algunos estudios interesantes
que muestran, por ejemplo, hay uno sobre,
qué cantidad de personas cuidan
en América Latina y el Caribe
que condujeron desde ONU Mujeres,
CEPAL y OIT, mostraba
que entre 11 y 18 millones de personas
se dedican al trabajo doméstico
y más del 90% de ese total son mujeres.
A su vez,
que más de las tres cuartas partes
de ese total trabaja en la informalidad.
Si miramos datos de la región,
ese número crece incluso más,
hasta ubicarse en 9 de cada 10 casos.
Así mismo, más del 17%
de ese total son migrantes,
en su mayoría mujeres,
en muchos casos mujeres afrodescendientes
o indígenas.
La desigualdad de género
puede recrudecer con ciertas variables
y ser migrante es una de ellas.
Cuando no se puede acceder
a la regularización de los documentos
las posibilidades de inserción
en el mercado de trabajo formal
bien remunerado son acotadas,
son sumamente acotadas.
Las mujeres migrantes
en una mayoría de los casos
o en muchos casos se desempeñan
en ámbitos muy poco valorizados
desde el punto de vista económico
y espléndidamente precarios.
Este justamente era el caso de Berlinda.
Yo soy una profesional
que vengo de Venezuela.
Sé que no me lo están preguntando,
soy licenciada en Trabajo Social
con una maestría
en Educación Mención Orientación.
Siempre mi trabajo fue desempeñarme
en mi área de trabajo social,
trabajando en una oficina,
atendiendo representantes,
dictando charlas, talleres,
haciendo visitas domiciliarias.
Nunca en mi vida mi trabajo fue
de doméstica o lo que llaman aquí,
cama adentro.
Realmente como uno migrante
sin conocer, sin saber nada,
se aprovechan de esas circunstancias.
Trabajé, no me dijeron nunca
un horario de descanso.
Yo trabajaba desde que me paraba
a las 6 30 AM más o menos
a preparar el desayuno,
levantar los niños, levantarlos a ellos.
No tenía descanso.
En la tarde tampoco descansaba
porque tenía que estar pendiente de buscar el niño,
hacer todo lo que era el desayuno,
el almuerzo, limpiar,
lavar constantemente, organizar.
En la noche no sabía
que cenaban tan tarde.
Por lo menos en Venezuela
tenemos la costumbre
de cenar a las 7:00 PM
y aquí cenaban a las 10:00 PM.
Yo tenía que acostarme
era después que ellos llegaran
y llegaban a veces 1:00 AM.
No podía dormirme antes
porque ellos están despiertos
esperando a sus padres.
Realmente esa era una violación derecho,
aparte de lo que me pagaban
no era acorde con lo que hacía,
porque después me entero
que cada función tiene un salario aparte.
Lo que es cuidar niños,
lo que viene siendo ser uno niñera,
lo que es cocinar es cocinar
y lo que es limpiar es limpiar.
Ahora, eso lo engloban todo junto
donde hay otra discriminación y explotación.
Berlinda trabajó cinco meses
en estas condiciones hasta que decidió
abandonar la casa y buscar otro trabajo.
Un tiempo después pudo conocer
algunos de sus derechos
y entendió que mucho de lo que había vivido faltaba
a garantías laborales fundamentales.
Escuchemos a Pimpi Colombo,
secretaria general
del Sindicato de Amas de Casa
que existe desde 1983.
Para el caso de las trabajadoras domésticas
es muy importante que tengamos
desde el año 2013 en Argentina
una ley que equipara
a las empleadas domésticas
en el conjunto de derechos
que tienen los demás trabajadores.
La licencias por maternidad,
vacaciones, aguinaldo,
a tener un espacio donde se negocien
sus salarios,
a tener categorías del trabajo y demás.
Todo eso está previsto
y todo eso se va construyendo
laboriosamente en la realidad.
Como dice Pimpi Colombo,
estas políticas permitieron mejorar
las condiciones laborales
de las trabajadoras domésticas.
Lograron avances
para que no queden excluidas
del marco de derechos
y de protección social.
Sin embargo, todavía persisten desafíos
y problemas por resolver.
Nuestro sindicato está proponiendo
desde hace rato que se le dé importancia,
no solo a la discusión salarial,
que es muy importante y que se hace regularmente,
sino que se tome cartas en el sentido
de generar las políticas
y los apoyos del Estado
para que las familias empleadoras
puedan cumplir con la ley
y mejorar las condiciones laborales
de las empleadas domésticas.
Ahora nuestro sindicato
ha presentado un proyecto
al Ministerio del Trabajo
para que respalde la actividad
de nuestro sindicato
en relación a proponer
a la familia las ventajas
que para las familias tiene
que la empleada o el empleado
que tienen en su hogar
lo sea con todos sus derechos,
es decir, la registración.
Carmen Britez,
referente de la Unión del Personal Auxiliar de Casas Particulares,
nos comparte su mirada
sobre la situación de los derechos
y conquistas de las trabajadoras.
Yo siempre digo
que desde el año 56 al 2013
fueron 60 años de lucha
para poder obtener hoy una ley protectora
mínimamente tratando de igualar
porque nos falta todavía algunos derechos,
tratando de igualar
el tema del trabajo de casas particulares
como cualquier otra actividad
y como cualquier otro trabajador.
En el sector del trabajo
en casas particulares la informalidad,
como vimos, es muy frecuente.
La formalización es fundamental,
no solo para garantizar
los derechos laborales de las trabajadoras,
sino para que este empleo deje de verse
como una changa, un favor,
un deber o una ayuda
y se reconozca como un trabajo.
Sobre este tema volvemos a escuchar
a Natalia Escoffier.
A futuro sería esperable
que las personas puedan optar
por trabajar en el ámbito del cuidado
y que en ningún caso sea esa
la única opción disponible o que se presenta.
Para quienes opten
efectores y efectoras de cuidado
deberían por supuesto contar
con todos los derechos asociados
a los empleos formales
y tanto para quienes opten
por el trabajo doméstico
o de cuidado como quienes no hagan
es necesario que los estados
brinden satisfactorios servicios de cuidado
para quienes así los requieran,
en forma temporal o permanente.
En ese sentido, es fundamental
contar con cifras, registros
e información sobre quiénes permanecen
en la informalidad y necesitan
la protección de políticas públicas.
También es clave continuar midiendo
y teniendo datos que permitan contar
con información sistemática
que dé cuenta de quiénes cuidan,
qué condiciones laborales tienen,
qué recursos ponen a disposición los estados
para compatibilizar la vida familiar,
personal y laboral.
No solo familiar y laboral,
porque también hay que tener espacio
y tiempo para el autocuidado
que es tan necesario y conocer también
qué características
tiene el sector laboral de cuidado
y quiénes ocupan esos roles,
cómo se insertan las mujeres migrantes
en este caso, en estos espacios
y si se ven o no vulnerados sus derechos.
¿Cuántas historias así escuchamos,
conocemos de primera mano
o vivimos nosotras mismas?
Cada mañana en las grandes ciudades
1.500.000 de trabajadoras
de casas particulares
se desplazan de un trabajo a otro,
coordinan para delegar los cuidados
de sus propios hijos e hijas
y sostienen las rutinas diarias
de varias familias, las propias,
pero también sostienen a la familia
de sus empleadores y empleadoras.
La desfamiliarización del cuidado
también se relaciona
con el nivel socioeconómico
y con otros puntos de intersección identitaria
porque quienes acceden a mayores recursos
pueden o tienen la posibilidad
de subcontratar o de privatizar
tareas de cuidado.
Familias de sectores socioeconómicos
medios y altos
comenzaron a delegar estas tareas
en otras efectoras de cuidado,
en este caso, remuneradas.
En el caso de Berlinda
el apoyo a su familia consiste
en poder enviarles dinero para enfrentar
la dura situación económica
de su país de origen.
En Venezuela se quedó mi hijo menor
con 19 años de edad.
Se quedó como responsable
de cuidarnos los bienes
que dejamos allá.
Nuestra condición
cuando salimos de Venezuela
es que el que sale le envía
al que está en Venezuela
para que pueda subsistir
ya que allá todo se paga es en dólares
y el sueldo o el salario no alcanza para comer.
Nosotros los migrantes
soportamos hasta el final
porque tenemos que pagar,
porque tenemos que vivir,
porque debemos mandarles
a nuestros seres queridos
en el país donde está.
Cuando Berlinda tomó conciencia
de sus derechos se propuso conseguir
un trabajo decente, no solo para ella.
Necesitamos también tener
un sueldo acorde a la canasta básica
que nos permita vivir dignamente,
un salario digno.
Necesitamos una jubilación digna,
necesitamos un seguro hasta de vida,
necesitamos,
todos los beneficios contractuales.
Cuando el empleador va a una PYME,
va a su empresa, va a su comercio,
a su almacén, a su quiosco
y tiene un empleado lo ve como trabajador.
Cuando viene a su casa
no la ve a la trabajadora
como una trabajadora,
la ve como la persona que te ayuda,
la ve como la persona de la familia
o a quien yo quiero mucho y ayudo
muchas veces y la trabajadora
muchas veces no se ve como trabajadora.
Acá hay un trabajo importante
que desde las organizaciones sindicales
y de las acciones
de políticas públicas del estado
tienen que trabajar
para poder llegar a visibilizar
y a jerarquizar el trabajo doméstico
como un trabajo.
En el mundo hay 70 millones
de trabajadores y trabajadoras domésticas,
por supuesto,
casi 8 de cada 10 son mujeres.
Además, el 75% del trabajo doméstico
es informal.
Por eso la OIT trabaja a escala global
para promover la transición
hacia la economía formal
y garantizar el acceso de las trabajadoras
a la seguridad social.
En todo el mundo
la situación todavía es desigual
y para revertirla es necesario
un punto más que tal vez
no tiene tanto que ver con lo normativo.
Se necesita cambiar la mentalidad,
comprender que el trabajo doméstico
es un trabajo y cambiar las dinámicas
que lo invisibilizan
dentro de los hogares.
El gran desafío es dar un cambio cultural,
un reto conectado a muchos de los temas
sobre los que hablamos en este podcast.
Como todas las tareas
del universo de los cuidados
sobre el trabajo doméstico,
pesan estereotipos, naturalizaciones
y sistemas que a pesar de seguir vigentes
podemos transformar y corregir.
Estas transformaciones,
no solo van a garantizar los derechos
de quienes hacen estos trabajos,
sino los de todas las personas.
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