Pese a tener competencias y experiencia, cuando me invitaron a ejercer de maestro de corte y confección, me preocupaba no tener una acreditación. Siendo refugiado, ya no disponía de mis documentos oficiales. Cuando me enteré del programa de Reconocimiento de Aprendizajes Previos (RPL) se me abrió un nuevo horizonte.
Mi nombre es Celestin, y vengo de la región de Fizi, Kivu del Sur, en la República Democrática del Congo (DRC).
Antes de 2000, vivía en la RDC y trabajaba como Director Disciplinario en una escuela. Había estudiado y me había graduado en Pedagogía.
Mi trabajo en la escuela consistía en supervisar y orientar al alumnado y en velar por que el establecimiento estuviera limpio. También era el responsable de las llaves, así que me encargaba de cerrar las aulas.
No obstante, no tenía una calificación alta, pues acababa de empezar a trabajar allí.
Un viernes por la noche empezó a llegar al pueblo una cantidad de gente que iba huyendo, y así nos enteramos de que había comenzado la guerra.
Esa noche estuvimos despiertos en un silencio absoluto hasta las cinco de la mañana. Al despuntar el día oímos disparos a la distancia. Algunas personas que venían escapando nos trajeron noticias, y así supimos que la situación estaba agravándose.
La población empezó a correr y a escapar. Mi esposa y mis hijos iban regresando a casa cuando quedaron atrapados en el tiroteo. Ella murió, pero mis hijos sobrevivieron.
Mis amigos y yo fuimos arrestados y trasladados. Como éramos jóvenes, decían que éramos rebeldes.
No me gusta hablar de lo que ocurrió cuando nos metieron en la cárcel porque muchas personas murieron. Yo mismo pude haber perdido la vida, pero un día, a la caída de la tarde me ordenaron salir a tirar los desechos de nuestra celda.
Eran alrededor de las siete y estaba oscuro. Yo y otro joven que había recibido un disparo salimos al exterior. Fue ahí que tuvimos la ocasión de escapar.
Con todo lo que ocurrió allí y las cosas que nos hicieron en la cárcel yo debería haber muerto; sin embargo, estoy vivo porque Dios quiso que siguiera vivo. (Nairobi, Kenya, 2024)
© Dan Lukoye/ILOFuimos a un pueblo cercano y encontramos camiones que transportaban madera. Subimos a la zona de carga y nos fuimos. No me enteré cuándo cruzamos la frontera, pero para cuando nos bajamos del camión ya estábamos en Kenya.
Vivo aquí desde hace más de 20 años y no he vuelto nunca a la RDC.
Una vez llegados a Nairobi nos trasladaron a las instalaciones del ACNUR en Westlands. Pasé más de ocho meses allí, durmiendo en casillas.
Posteriormente, me indicaron ir a una zona de alquileres baratos. Alquilé una habitación hecha de planchas metálicas. Y a partir de allí siguió mi vida.
En mi país había aprendido sastrería y había confeccionado unas pocas prendas, pero nunca había ganado dinero con esa actividad, pues tenía otro trabajo con el que cubría mis necesidades.
Cuando llegué a Kenya comencé a hacer prendas de vestir. Después de un tiempo hice amigos entre los sastres de Westlands y trabajé con ellos.
Cosía, y de lo que ganaba les daba una pequeña parte. Lo que me sobraba bastaba para una comida.
La falta de un certificado me atormentaba. ¿Cómo iba a poder ejercer de instructor sin la debida acreditación?
Celestin MbarukuSastre y maestro de corte y confección
Cuando me fui de Westlands me mudé a una casa hecha de planchas metálicas en Kangemi, donde vivían muchos refugiados.
Más tarde me mudé a Kabiria y trabajé para una mujer llamada Sarah. Con el salario que me pagaba, en 2004 logré comprarme una máquina de coser.
Aún así, mi principal problema era que no tenía un certificado de formación y no podía permitirme volver a cursarla.
Si no tenía un diploma que presentar, ¿quién iba a creerme que había hecho los estudios? Nadie.
De todos modos, decidí dejar eso de lado y centrarme en lo que se presentaba.
Al cabo de un tiempo, cuando la organización Africana comenzó a buscar personas formadas en costura fui invitado a enseñar a mujeres y madres solteras.
Sin embargo, la falta de certificado me atormentaba. ¿Cómo iba a poder ejercer de instructor sin la debida acreditación?
Esta es mi pasión. Comencé a trabajar en una escuela, y aunque quería seguir haciéndolo la guerra me lo impidió. (Nairobi, Kenya, 2024)
© Dan Lukoye/ILOPor suerte, se planteó la oportunidad de hacer examinar mis competencias y de obtener el certificado de Reconocimiento de Aprendizajes Previos (RPL).
Al principio dudé de la autenticidad de este certificado, pues consideraba que para obtener un documento de este tipo lo normal era acreditar la educación formal. Sin embargo, decidí seguir adelante.
Hice el examen. Me sorprendió aprobar y que otras personas no lo lograran. Aprobé el Nivel 1; eso quiere decir que puedo hacer abrigos y trajes.
Ahora puedo ejercer de maestro con mis credenciales. Transmito mis conocimientos a las alumnas. Muchas de mis ex alumnas están progresando gracias a lo que aprendieron.
Creo que el programa RPL es positivo, en especial para las personas refugiadas. El desafío es avanzar: ¿quién nos orientará? ¿De qué modo se nos ayudará? (Nairobi, Kenya, 2024)
© Dan Lukoye/ILOHoy, soy optimista. Con el certificado RPL, las oportunidades son ilimitadas, tanto local como internacionalmente.
El RPL sirve para identificar a quienes destacan en su campo y hacer que obtengan un reconocimiento académico. Esa es la esencia del RPL.
La OIT sostiene que el certificado es válido en otros lugares, no solo en Kenya. Saber eso me alegra.
Pero sigue habiendo inconvenientes. Incluso teniendo este certificado, si quisiera presentarme para un trabajo en una zona franca de exportación (ZFE), un requisito es el permiso de trabajo y un documento de identidad, que yo no tengo.
La integración de las personas refugiadas está en marcha, pero no está lograda totalmente.
Hoy, soy optimista. Con el certificado RPL, las oportunidades son ilimitadas, tanto local como internacionalmente.
Celestin MbarukuSastre y maestro de corte y confección
Mi aspiración es lograr un nivel de formación más alto. Me dijeron que teniendo el certificado RPL podía ir a la universidad.
Por el momento, conseguir dinero para estudiar es difícil. Tengo responsabilidades, una familia que alimentar, un alquiler que pagar. Pero el RPL me trae esperanza para continuar el viaje.
Un día espero abrir una escuela propia, y después abrir dos o tres más.
Para una persona refugiada, encontrar trabajo es difícil. Reforzar nuestra educación ayuda mucho.
Implantar el certificado RPL en otros países sería genial. Representaría un impulso para la economía y reduciría la dependencia de los refugiados de organizaciones.