Yo estuve sola desde que era pequeña y no pude ir a la escuela. Desde entonces mi vida ha sido una lucha. Cuando me uní a un grupo de ahorro, obtuve conocimientos y ayuda, y gracias a ello mis hijos han podido seguir estudiando. Ahora animo a otros padres a entrar en esos grupos para que podamos ayudar a eliminar el trabajo infantil.
Me llamo Rebecca Nakayega Wandegge y tengo 43 años. Mi esposo y yo tenemos ocho hijos. Siete de ellos están estudiando. El mayor está estudiando en la Universidad para obtener un diploma en agricultura, y la siguiente está haciendo un curso de enfermería. Los otros cinco están en la escuela primaria y secundaria.
Cuando estaba creciendo la vida era dura. Mi padre murió cuando yo tenía cuatro años. Luego mi madre volvió a casarse y nos abandonó.
Como no había quien ayudara económicamente, no fui a la escuela. Si hubiera estudiado, hoy estaría en una situación mejor. Así es cómo ha sido mi vida. Ahora hago todo lo que puedo para que mis hijos no sufran lo que sufrí yo.
Mi marido y yo hemos tenido una vida dura. Nos casamos hace 26 años, muy jovencitos. Por entonces trabajábamos en granjas de gente rica.
Les labrábamos la tierra a cambio de alimentos. A veces recibíamos algo de dinero para nuestras necesidades básicas. Si no trabajábamos en granjas de otra gente no teníamos qué comer. Esta es la vida normal de las personas sin educación.
Nos dedicamos a cultivar tomates y repollos para poder comprar alimentos. Esa fue nuestra vida desde el principio. La afrontamos y dimos la bienvenida a nuestros hijos.
Antes, los pequeños nos ayudaban a cosechar hierba y a criar y alimentar las vacas. Pero yo quería que mis hijos siguieran en la escuela porque yo nunca tuve esa posibilidad. (Uganda, 2025)
© ILO/Angelica Munoz MarmolejoComo teníamos pocos ingresos, nuestros hijos comenzaron la escuela cuando tenían seis años.
Siempre los he animado a estudiar mucho. Hasta ahora, estoy pendiente de ellos cuando están en la escuela, y muchas veces voy a averiguar cómo van con los estudios. Si alguno repite curso, para mí es una pérdida de dinero, porque tengo que gastar más en material escolar, que es muy caro.
Hay que decir que antes era difícil para ellos, porque también tenían que ayudarnos trabajando. Cuando no tenían clase, nos ayudaban para que pudiéramos ganar un poquito más sobre lo poco que obteníamos. En esa época, a veces les dábamos tareas pesadas para la edad que tenían; no teníamos alternativa.
Hubo una época en que, aunque eran pequeños, nuestros hijos fumigaban los tomates. A través del Proyecto de la OIT nos enteramos de lo peligroso que era eso, y de cómo les podían afectar esas sustancias químicas.
Rebecca Nakayega WandeggeAgricultora y vendedora ambulante
Me enteré del proyecto ACCEL Africa de la Organización Internacional del Trabajo a través de un movilizador comunitario en la época del COVID–19. Fue una época muy dura para nosotros.
Nuestros hijos estaban en casa y nos ayudaban yendo a cosechar café en casa de los granjeros ricos para que pudiéramos comprar alimentos. Traían el dinero que ganaban, y lo combinábamos para comprar alimentos para el día.
Cuando comenzó el proyecto de la OIT recibimos ayuda. Nuestros hijos tuvieron maestros que les enseñaban en la comunidad. El proyecto nos motivó a mantener a los chicos en la escuela y nos enseñaron a no involucrarlos en trabajos peligrosos.
Hubo una época en que, aunque eran pequeños, nuestros hijos fumigaban los tomates. A través del Proyecto de la OIT nos enteramos de lo peligroso que era eso, y de cómo les podían afectar esas sustancias químicas.
Algunos padres, que como yo solo recibieron una educación básica, dicen que mi familia y yo vivimos una buena vida y que por eso no queremos que nuestros hijos trabajen. Yo insisto, y mi mensaje para ellos es que detengan el trabajo infantil. (Uganda, 2025)
© ILO/Anders JohnssonGracias al proyecto nuestra vida ha mejorado muchísimo. Cuando empezó nosotros no sabíamos mucho sobre el ahorro. Con el proyecto aprendimos cómo economizar y cómo gestionar nuestros ahorros. Es así como nuestra vida comenzó a cambiar para mejor.
El proyecto nos dio material para ahorro en el que había cajas, libros y camisetas para los grupos. Los conocimientos que aprendimos sobre ahorrar y dar préstamos nos ayudaron a conseguir el dinero necesario para las cuotas escolares de los hijos. Pudimos aplicar lo que nos había enseñado el proyecto y mantener a los hijos en la escuela.
Como parte del Proyecto, un agrónomo de la OIT nos enseñó cómo cultivar café de manera intensiva. Ahora cómo cuidar diligentemente de las plantas de café. Esto nos ha permitido aumentar nuestros ingresos y cubrir gastos como los de las cuotas escolares.
Sin el proyecto, creo que mis hijos mayores ya no estarían en la escuela porque no hubiéramos podido pagarla.
Cuando nos enseñaron a gestionar préstamos y a mejorar el cultivo del café, aumentamos nuestros ingresos y conseguimos más dinero que nunca. (Uganda, 2025)
© ILO/Angelica Munoz MarmolejoEn la temporada de cosecha del café, cerca de agosto y septiembre, sigue habiendo padres que se niegan a enviar a los hijos a la escuela, para que ayuden con la cosecha.
Cuando nos enteramos de padres que siguen haciendo trabajar a los pequeños tratamos de concienciarlos. Nuestro mayor problema es que muchos padres y madres no han ido a la escuela, y no les importa que los niños reciban una educación. Solo ven que incluso sin educación pueden ganarse la vida.
Muchos padres hacen la vida de los hijos más difícil con sus decisiones.
En el grupo he aprendido a hablar en público... Mi mensaje a otros padres es que dejen de dar a los niños trabajos pesados para su edad. El trabajo infantil debe acabar.
Rebecca Nakayega WandeggeAgricultora y vendedora ambulante
El Proyecto también me ha dado más visibilidad en mi comunidad. En el grupo he aprendido a hablar en público. Aunque haya mucha gente, no me asusta ponerme de pie y expresarme.
Mi mensaje a otros padres es que dejen de dar a los niños trabajos pesados para su edad. El trabajo infantil debe acabar.
Animo a otras personas a unirse a estos grupos, porque por cuenta propia no podemos manejarlo todo. Tenemos que trabajar juntos; como dice el dicho: “Juntos somos más fuertes”.
Otra cosa: he hecho amigas. Cada semana, hay un día en que voy a la reunión del grupo de ahorro y ahí intercambiamos conocimientos. Estamos juntas en todas las situaciones de la vida. Cuando tengo una dificultad, recurro al grupo y juntas trabajamos para resolverla.