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Perspectivas sobre el mundo del trabajo
Foto: ILO/OIT Famara Dieng
Protección social

Una prestación de protección social transformó nuestra vida cotidiana

Durante la mayor parte de mi vida trabajé como comerciante en la compra-venta de productos en varios lugares. Sin embargo, hace unos años tuve que dejar mi actividad para cuidar de mi marido, pues éste había caído enfermo. Por entonces, recibí un subsidio familiar de protección social que me ayudó a aliviar mi carga financiera y me permitió sufragar el coste del material escolar y otras necesidades básicas para mis hijos. Una reciente ampliación de dicho subsidio me ha permitido también promover mi pequeño negocio de venta de fruta.

Me llamo Astou Gningue. Tengo 73 años y soy madre de 10 hijos. Vivo en Pikine, en la región senegalesa de Dakar, desde hace 51 años.

Cuando era mucho más joven, vivía en una aldea. En ella criaba cabras y las vendía. También compraba telas para venderlas.

Al casarme y venir a Dakar proseguí esa actividad. Solía ir a Rosso, cerca de Mauritania, y a Gambia para comprar productos y telas y venderlos al regresar a casa.

Realizaba una actividad comercial porque una esposa debe ayudar a su marido a llevar el hogar. No puede quedarse sentada y esperar que el hombre lo haga todo.

Hace algunos años, mi marido enfermó. Ya no podía trabajar, y mis hijos eran aún muy pequeños. Toda la carga recayó sobre mí.

Mientras mi marido estaba enfermo iba y venía del hospital a casa. No podía dejarle solo y por eso tuve que interrumpir mi actividad comercial.

Mi vida fue más difícil tras dejar de trabajar. Pasaba todo el tiempo y preocupándome por la alimentación de mis hijos.

Puse en marcha un pequeño negocio delante de casa con el dinero que había ahorrado con la compra-venta de telas. Iba al mercado a comprar fruta y otros artículos para vender.

Cuidaba de mi marido e hice todo lo posible para atender a mis hijos.

Cuando mi marido llevaba tiempo enfermo, lo ingresaron en el hospital. Al darle de alta, regresó a casa. Un año después, falleció.

Fue una época difícil.

Astou Gningue, sentada en una silla, cuenta el dinero que contiene una pequeña bolsa. Pikine, Senegal. (2024)

Antes de recibir la prestación familiar mi vida era muy difícil. Mucho antes, era independiente económicamente, pero al enfermar mi marido, dejé de trabajar y la situación se complicó. Senegal (Junio de 2024)

© ILO/OIT Famara Dieng

Un día, mi hijo enfermó. Necesitaba cuidarle por lo que no podía trabajar y no tenía dinero. Fue entonces cuando uno de mis vecinos me habló de una subvención familiar de protección social.

Fui a la oficina de correos por la mañana temprano. Esperé en la cola hasta la tarde, sin recibir dinero. Al día siguiente, volví a la oficina de correos a las 4 de la mañana y ese día recibí la subvención.

La subvención familiar fue de gran ayuda aquel día.

Un día, mi hijo cayó enfermo. Necesitaba cuidarle por lo que no podía trabajar y no tenía dinero. Fue entonces cuando uno de mis vecinos me habló de una subvención familiar.

Astou GningueVendedora ambulante

Mi hijos iban al colegio por entonces y tenía que pagarles los estudios. La subvención me permitió también comprarles material escolar.

Estudiar es muy importante en la vida. De joven anhelaba ir a la escuela, pero en nuestra localidad no había ninguna.

Ahora lamento no haber podido estudiar. Dirijo una asociación de mujeres, y al carecer de estudios, otras personas tienen que escribir por mí. Aunque no sé si reflejan de forma fidedigna lo que digo.

Astou Gningue coloca mangos en su puesto de fruta. Pikine, Senegal. (2024)

La subvención me ayuda mucho. Me permite ahorrar dinero y gestionar mejor los gastos adicionales de mis hijos. Senegal (Junio de 2024)

© ILO/OIT Famara Dieng

Tras recibir la subvención familiar, fui al mercado y me aprovisioné de más mangos y fruta para vender. Ello me permitió fortalecer mi actividad.

El comercio me ha fascinado desde que era niña. Me encanta trabajar. Esa pasión la heredé de mis padres, que eran arduos trabajadores. Me enseñaron que el trabajo es la única forma de salir adelante y de ser autosuficiente.

Mi madre se dedicaba a la agricultura y criaba ovejas, cabras y ganado. Heredé de ella la capacidad de trabajar incansablemente. Trabajó hasta el último día de su vida. Inculqué esos valores a mis hijos, sin excepción, tanto a los varones como a las mujeres.

Astou Gningue vende fruta a un cliente en un pequeño puesto de venta frente a su casa. Pikine, Senegal. (2024)

Desde que era pequeña, el comercio siempre me ha fascinado. Al fallecer mi marido, mi situación habría sido mucho más difícil de no haber estado acostumbrada a trabajar. Senegal (Junio de 2024)

© ILO/OIT Famara Dieng

Conozco a varios beneficiarios de la subvención familiar. 

Todos los lunes, las mujeres beneficiarias nos reunimos para intercambiar ideas. Hablamos de dicha subvención y de cómo utilizamos el dinero que recibimos.

Recientemente he recibido más ayuda familiar. Ahora ya no recibimos 25.000 francos CFA (42 dólares). Recibimos 35.000 francos CFA (58 dólares) y eso nos ayuda mucho. El aumento de la subvención me ha permitido duplicar la cantidad de productos que puedo adquirir.

Estoy muy contenta con ese aumento, pues nos ha permitido tener más poder adquisitivo. Y ha transformado nuestra vida cotidiana.

El aumento de la prestación me ha permitido duplicar la cantidad de productos que puedo adquirir. Estoy muy contenta con ese aumento, pues nos ha permitido tener más poder adquisitivo.

Astou GningueVendedora ambulante

He pasado por momentos muy difíciles.

Varios de mis hijos desarrollan actualmente una actividad comercial. Uno de ellos trabaja para la compañía nacional de electricidad y otro en el ayuntamiento. Los demás están desempleados.

Mi hijo mayor y el menor están enfermos. Sigo cuidando de mis hijos y el subsidio familiar que recibo alivia mi carga financiera.

Entrevista con Stéphane Devaux, Delegación de la Unión Europea en Senegal

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