Mi sangre es negra como el carbón. En mi casa y en mi familia somos todos mineros: sobrina, hija, nieta, hermana, prima, mujer, madre… No es que haya nacido con un trozo de carbón en la mano, pero casi, como todo el mundo por estos lares. Cuando la mina de carbón cerró, fue un desastre total. No había trabajo. Los jóvenes empezaron a marcharse, los pueblos quedaron desolados y los negocios cerraron.
Llevo esas raíces muy dentro de mi. Somos gente diferente, vemos las cosas desde otra perspectiva. Te acostumbras a vivir con miedo., lo conviertes en tu aliado.
Cuando era pequeña veía lo nerviosa que estaba mi madre por mi padre. Más tarde me pasó lo mismo cuando mi marido y mi hijo también bajaron a las minas. Lo único que quieres es que vuelvan a casa.
De niña, nuestra cocina daba a un pequeño hospital donde solían tratar a los mineros cuando tenían accidentes. En cuanto llegaba la ambulancia, todo el pueblo estaba allí para saber qué había pasado.
Mi vida ha sido muy complicada, demasiado complicada. Me quedé sin madre a los 15 años y sin padre a los 16. No sabía trabajar. No sabía hacer nada.
A los 18 años trabajé en un bar, luego me fui a vivir a Tenerife y más tarde a Madrid. Entonces una amiga de mi pueblo me dijo que habían empezado a contratar mujeres en la mina a cielo abierto de la zona. No pedían experiencia, sólo necesitabas un carné de conducir normal. Me presenté y conseguí el trabajo. Empecé a trabajar en la mina en 2007, cuando tenía 33 años.
Al principio me mareaba conducir el camión de la cantera. Son vehículos pesados y bastante grandes. Estuve tres o cuatro meses con un compañero experimentado sentado a mi lado y poco a poco aprendí a maniobrarlo.
A lo largo de los años hice una formación sobre movimiento de tierras y sobre prevención de riesgos laborales. Me encanta trabajar con maquinaria pesada y me gusta el ambiente de trabajo.
Los problemas en la mina empezaron en 2010 y en 2013 cerró. La última mina interior se cerró en 2018.
Fue devastador. De repente nos encontramos con que no teníamos trabajo, y la empresa minera tardó mucho tiempo en pagar lo que se debía.
Muchos de los mineros más veteranos tuvieron suerte y pudieron jubilarse anticipadamente, pero otros se quedaron en el camino.
No había ninguna otra industria en la región donde pudieras hacer otra cosa. La mayoría de la gente tampoco sabía hacer otra cosa. Fue una época muy difícil, y todo el mundo se vio afectado. Llegó un punto en que la situación era tan mala que la gente tuvo que empezar a cerrar sus negocios y reinventarse de alguna manera.
Mucha gente decidió dejarlo todo atrás, irse de aquí y buscar otros trabajos. Porque, claro, de algo hay que vivir.
Poco después de dejar de trabajar, me diagnosticaron cáncer de mama. Tuve que frenar mi vida casi por completo.
Siempre he sido una persona muy positiva, así que decidí que no iba a rendirme. Iba a luchar. Tenía mucho por lo que vivir. Tengo un nieto precioso al que quiero ver todos los días, abrazar, besar y oírle decir ¡qué abuela tan guay tengo!
Me sometí a un tratamiento muy riguroso que incluía quimioterapia y radioterapia. Luego me sometí a una operación de reconstrucción. Hace ya tres años que está todo bien.
Tras el cierre de las minas, crearon una bolsa de trabajo para los trabajadores. Nos ofrecían cursos de formación y nos informaban de posibles empleos. Crearon un grupo de Whatsapp donde te enviaban ofertas.
En 2022, nos enteramos por la bolsa de empleo de que había planes para devolver las minas en desuso a su entorno natural. Ya habían restaurado partes de una antigua mina y se hablaba mucho de que iban a restaurar el yacimiento de la gran mina a cielo abierto La Gran Corta de Fabero, en León.
La oficina de empleo enviaba a la empresa los currículos de la gente. Un día, para mi sorpresa, me llamaron para decirme que me habían seleccionado para conducir un camión de cantera en el proyecto de restauración.
Lo que estamos haciendo ahora es restaurar todo lo que destruyó la minería. Estamos preparando el terreno para reforestarlo y que deje de parecer Marte. Llevará tiempo, porque es un lugar muy grande, pero al final todo volverá a ser verde.
Mi esperanza es que todo esto repercuta positivamente en nuestra región y que empiece a prosperar de nuevo. Porque, la verdad, es desolador salir a la calle en cualquier pueblo de por aquí. Puede que sólo veas a un puñado de gente a la que saludar y ya está.
Llevo cinco meses haciendo este trabajo. Aunque soy la única mujer, nunca he tenido problemas con mis compañeros. Al contrario, siempre están ahí para ayudarme en todo lo que pueden. Si hay una fuga en el camión, por ejemplo, y no sé de dónde viene, rápidamente viene un compañero y juntos lo solucionamos.
Es una oportunidad muy buena. La empresa nos trata bien, así que estoy encantada. ¿Qué más quiero? Tengo unos jefes estupendos, mis compañeros son geniales y me gusta lo que hago. Ahora mismo no puedo pedir más, y espero que esto siga así muchos años.
Habiendo salido de una enfermedad como el cáncer, es como si me hubieran dado una segunda oportunidad. Quiero esta vida y no me va a parar nada ni nadie. La vida sigue, y tiene que continuar para mejor.