Mi hermano y yo comenzamos a trabajar en las tareas de cosecha de tabaco cuando yo tenía siete años y él ocho. No había otra alternativa. Mi padre trabajaba en la tabacalera y lo que ganaba no era suficiente para cubrir los costos de nuestro material escolar y nuestra ropa. Era la única forma de llegar a fin de mes.
Trabajábamos en verano, durante los meses de diciembre, enero, febrero y marzo. Nuestra labor tenía lugar en el campo, cargando y descargando secaderos y ayudando en los lugares en los que se nos precisaba. Mientras los demás niños jugaban, nosotros teníamos que seguir trabajando.
Mi hermano y yo sabíamos que era nuestra forma de contribuir con los ingresos familiares y nuestra educación. También éramos conscientes de que casi inevitablemente nuestro futuro pasaba por seguir trabajando en el campo. Así que trabajamos para poder ir a la escuela y ganar nuestro propio dinero.
Comprábamos material escolar y ropa para todo el curso con el dinero que ganábamos. Esto prácticamente nos obligaba a trabajar. De lo contrario, no hubiéramos tenido lo que necesitábamos para la escuela.
Aunque esa experiencia marcó mi vida de forma adversa, nunca sentimos resentimiento ni desprecio hacia nuestro padre ni por nuestra madre. Pero sí nos dábamos cuenta de que no podíamos jugar ni compartir experiencias con otros niños y niñas. Nuestra vida no fue la de unos niños normales.
Seguimos trabajando en el sector tabacalero hasta los 22 y 23 años, respectivamente. Posteriormente, nos hicimos cargo de la plantación y pusimos en marcha nuestra propia empresa de producción.
A raíz del trabajo que realicé de niño en plantaciones de tabaco puedo comprender cómo se sienten otros niños y otras niñas que trabajan y los motivos por los que sus familias los obligan a trabajar.
En 2008 comencé a trabajar en la Secretaría de Trabajo de la provincia de Salta. La entonces ministra señaló la necesidad de que un equipo del ministerio trabajara en el Valle de Lerma para realizar inspecciones de casos de trabajo no declarado y de trabajo infantil. El Valle de Lerma es la mayor zona de producción de tabaco de la provincia.
Yo dirijo ese equipo. Gracias a mi experiencia, reunía las condiciones necesarias para el puesto. De niño había tenido que trabajar. Y posteriormente había sido empleado y productor en el sector del tabaco. Conocía dicho sector y las actividades que suelen llevar a cabo los niños y las niñas en él.
Nuestra labor consiste en gran medida en aumentar la concienciación sobre el trabajo infantil y comunicar a las comunidades que las niñas y los niños no deben trabajar, y que es necesario que las infancias se desarrollen sin que se vulneren sus derechos.
El reto que hay que superar es el hecho de que, en la sociedad en su conjunto, la gente considera normal y adecuado que las niñas y los niños trabajen. Eso es lo que hay que cambiar, y ello es responsabilidad, en particular, de quienes tienen poder de adoptar decisiones. Deben entender que el trabajo infantil no puede permitirse.
En el marco de nuestra colaboración con diversos centros infantiles, que funcionan durante la época de cosecha de tabaco, hemos aplicado varios métodos para evitar el surgimiento de una gran cantidad de casos de trabajo infantil. Dichos centros han sido constituidos por la Cámara de la Industria Tabacalera en colaboración con el Gobierno de la provincia de Salta, entre otras instituciones. Al saber que sus hijos e hijas reciben la atención necesaria, los padres y las madres pueden trabajar sin tener que preocuparse. Considero que esa política es una de las más adecuadas y eficaces para evitar el trabajo infantil en esta zona.
Por otro lado, la modernización permite actualmente utilizar varios tipos de secadores. El diseño de estas máquinas dificulta su manejo a las niñas y los niños. Ese avance ha conllevado asimismo una reducción del trabajo infantil.
Me hablaron del proyecto Offside de la OIT en mi trabajo. Nos invitaron a participar en un curso de formación sobre prevención del trabajo infantil.
En el curso nos informaron de otros sectores en los que trabajan niños y niñas. En otros lugares de la provincia de Salta, los niños y las niñas trabajan en el sector maderero. En mi zona trabajan en el sector tabaquero, y en otras zonas en el cultivo de hortalizas. El trabajo infantil se da en todos los sectores, incluido el comercial.
La realización de cursos como éste me ayuda en mi trabajo. Adquirí conocimientos sobre muchas cosas que previamente desconocía, o no tenía muy claras. Aprendí a detectar casos de trabajo infantil, a aplicar políticas para mitigarlos y a brindar protección a los adolescentes que trabajan. En nuestra zona tabaquera, muchos y muchas adolescentes trabajan sin la protección necesaria.
Mi sueño es que se erradique el trabajo infantil. Creo que también es el sueño de mucha gente: no sólo que los niños y las niñas dejen de trabajar, sino que las infancias y sus familias reciban ayuda estatal y de instituciones intermedias, con objeto de que no tengan que trabajar. Creo que los niños y las niñas se ven obligados al trabajo por una necesidad manifiesta.
Se han logrado muchos avances. Pese a estar satisfecho, debemos proseguir nuestra labor. Es algo que siempre digo al abordar este tema. En el curso de la OIT, por ejemplo, subrayé la necesidad de contar con más instalaciones deportivas, en particular en los centros infantiles durante la estación de cosecha del tabaco. Ello permitiría atraer a más niños y niñas y evitaría que se vieran en la obligación de trabajar.
Estoy casado y tengo dos hijos. Como padre, siempre se procura ofrecer a los hijos lo que uno no pudo tener, ¿no?
De niño, no pude jugar al fútbol todo lo que hubiera deseado, y no pude vivir muchas otras experiencias. Quiero que mis hijos disfruten todo lo posible de su infancia y que cumplan sus sueños.
Los niños y las niñas deben beneficiarse de las ventajas que brindan la educación, el deporte, el arte y la música, actividades que sin duda contribuyen a ampliar su potencial, y a facilitar su pleno desarrollo para que lleguen a ser personas adultas.